Época: Aragón Baja Edad Media
Inicio: Año 1276
Fin: Año 1479

Antecedente:
Apogeo y declive demográfico

(C) Josep M. Salrach



Comentario

En las viejas series de precios y salarios de Hamilton, referentes a Aragón y Valencia, y las muy recientes de C. Argilés para Cataluña, que son ampliamente concordantes, resulta que el período 1349-1380 fue de inflación, con una alza vigorosa de precios y salarios, decía J. Vicens, lo cual podría explicarse por la combinación de la baja de la producción con los efectos de la contración demográfica: incremento del numerario a disposición de los supervivientes, escasez de mano de obra y carencia de productos. La inflación pudo encubrir un tiempo las consecuencias de la mengua de la población que amenazaban el sistema económico. El alza de los precios y los salarios obligó entonces a la monarquía a dictar medidas de contención (Cortes de Zaragoza y Perpiñán, 1350). Las series leridanas de C. Argilés muestran una tendencia ascendente de los precios agrícolas (que se alarga más que las series valencianas y aragonesas de Hamilton), con precios máximos los años 1363-64 y 1388.
En 1380-1420/30 se produjo una fase deflacionista: "los precios bajaron a través de violentas conmociones periódicos, mientras que los salarios tomaban ventaja sobre los precios y reducían los márgenes de beneficios industriales" (J. Vicens). Las series leridanas de C. Argilés corroboran la inestabilidad de los precios cerealísticos así como su tendencia depresiva. La llegada de inmigrantes franceses, andaluces y de los Países Bajos, que ralentizó el declive demográfico, debió contribuir entonces a moderar la marcha de los salarios. La crisis, que desde las pérdidas demográficas de los años anteriores tuvo que imprimir una tendencia a la baja del volumen de los ingresos señoriales (caída de la renta feudal), debió alcanzar entonces al sistema económico en su conjunto, como parece indicarlo la primera quiebra del sistema financiero catalán: la de los principales bancos privados de Barcelona, Gerona y Perpiñán. La disminución de la materia imponible (población y producción), con el consiguiente descenso de los ingresos ordinarios de las instituciones, indujo a la monarquía y a los organismos públicos a contraer deudas crecientes, mientras los municipios (Barcelona sobre todo) y la Generalidad tenían dificultades para encontrar arrendadores para sus imposiciones.

El tejido social también se agrietó: los señores reaccionaron contra la caída de la renta aplicando medidas coercitivas contra los supervivientes de las mortalidades, con lo que comenzó la agitación de los remensas y, en 1391, fueron asaltadas las juderías de las principales ciudades de la Corona. Aunque el gran comercio catalán parece que se mantuvo, siguió la guerra de desgaste con Génova y hubo que adoptar medidas proteccionistas. Empezó entonces la desorganización del sistema monetario catalán con prácticas especulativas y de atesoramiento que hacían desaparecer la moneda de plata circulante (los croats).

Hacia 1420/30 (incluso antes en algún sector y territorio), los indicadores económicos cambian de sentido. Después de las crisis cíclicas del período anterior, los precios y los salarios recuperan estabilidad. Fue un período de recuperación para catalanes y valencianos, durante el cual la producción de cereales (cebada y trigo) se rehizo, según las series leridanas de C. Argilés, que muestran también un ligero ascenso de los precios cerealísticos entre 1425 y 1435, y el nivel de actividad comercial en el Mediterráneo se mantuvo alto, aunque hubo algunos fracasos, especialmente por parte catalana (pérdida del mercado de especias del sur de Francia, retroceso de los tejidos catalanes en el mercado siciliano), problemas con la balanza comercial y fugas de moneda, que obligaron a las autoridades a intervenir con nuevas medidas proteccionistas.

La relativa estabilidad económica del período tuvo correlación con una disminución de los conflictos sociales. Los mercaderes de grano especularon, no obstante, con las necesidades de abastecimiento de las grandes ciudades y hubo años de precios altos que contrastaron con el inicio de una baja de los salarios de sectores artesanos como el textil, lo que sería el germen de futuros conflictos. Mallorca, hundida en la crisis, con un déficit crónico de cereales, unas finanzas públicas hipotecadas y un grave conflicto entre la ciudad y el campo que derivaría en revuelta (la revuelta de los foráneos, 1450-1453), constituye la gran excepción en este período de bonanza relativa. En el reino de Valencia, al parecer, esta bonanza duró todo el siglo. Los datos concuerdan: tráfico comercial de importación y exportación en aumento constante desde principios de siglo (sobre todo desde la segunda década de siglo), finanzas municipales saneadas (sólo afectadas por un déficit financiero -deuda pública- ocasionado por los préstamos que la ciudad tuvo que hacer a la monarquía), sistema monetario estable, abundancia de liquidez, ingresos fiscales suficientes y evolución de precios y salarios que se caracteriza por la uniformidad y estabilidad, con escasas oscilaciones en torno del índice 100. Como explica P. Iradiel, dentro de esta tendencia general de estabilidad de los precios y salarios valencianos, se dieron ciclos de 20 años alternos de alzas y bajas moderadas: alza de 1415-1435, baja de 1435-1455 y alza de 1455-1475. La interpretación que puede hacerse de estos índices es que el mercado valenciano parece poco agitado y bien abastecido, con escasa incidencia de las carestías de la época.

Entre 1445 y 1455 (incluso antes en algún sector) se debió entrar, en cambio, en Cataluña en una nueva fase de depresión, más aguda que la de 1380-1420, caracterizada, según J. Vicens Vives, por una sensible baja de precios, la atonía en los negocios, el descenso de las cifras comerciales y la ignorancia del puerto barcelonés como escala de las grandes rutas marítimas del Mediterráneo, además de una caída de la producción cerealística (trigo y cebada), perceptible, ya desde 1435/40, en las series leridanas de C. Argilés que muestran también la tendencia depresiva del precio del cereal, con mínimos los años 1445 y 1455. Para luchar contra la crisis se procedió a devaluaciones monetarias que pretendían favorecer la exportación, pero estas medidas, perjudiciales para los rentistas, contribuyeron a dividir la clase dirigente, sobre todo en Barcelona, lo que fue un preludio de la desastrosa guerra civil catalana de 1462-1472.

Así, mientras el reino de Valencia iniciaba la recuperación con el ascenso de Valencia a la capitalidad financiera de la Corona, en la segunda mitad del siglo XV (de 1455 a 1480) Cataluña seguía en la dinámica de la crisis que la guerra civil de 1462-1472 agravaría considerablemente. Hubo entonces despoblaciones, paro, emigración, huida de capitales, crisis del gran comercio, nueva quiebra del sistema financiero y, en las series leridanas de C. Argilés, un incremento desmesurado del precio del trigo, con precios máximos los años 1464 y 1473-74. De algún modo fue el hundimiento de Cataluña como potencia, una época, dice Vicens, de ruina casi definitiva.